
Residuos de vid transformados en hidrógeno verde
El sector vitivinícola produce una gran cantidad de residuos, y entre ellos destacan los sarmientos de vid generados durante la poda de las vides que se realiza cada año al terminar la cosecha de las uvas.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), la superficie mundial dedicada al cultivo de la vid fue de 6,7 millones de hectáreas en 2022, y se estima que cada hectárea genera entre 1 y 2 toneladas de sarmientos cada año. Se trata de un residuo agrícola sin una aplicación viable en la actualidad.
Convertir los residuos agrícolas en recursos valiosos contribuye a allanar el camino hacia la bioeconomía circular y se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible contemplados en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible adoptada por Naciones Unidas en 2015.
El cambio climático mundial es ya una realidad que nos afecta en nuestra vida diaria. En este contexto, la producción de hidrógeno como combustible alternativo y renovable despierta un gran interés.
Cuando hablamos de hidrógeno verde nos referimos al que se consigue a partir de fuentes renovables. Dentro del hidrógeno verde también entra el biohidrógeno, que es aquel que tiene un origen biológico; se obtiene a partir de biomasa mediante un proceso que llevan a cabo microorganismos.
El biohidrógeno se puede obtener por vía fotobiológica (empleando luz solar como fuente de energía) o por vía fermentativa (obteniendo la energía de los electrones liberados en la descomposición de la materia orgánica).
En el proceso que utilizamos, obtenemos biohidrógeno por la acción de microorganismos anaerobios en una etapa fermentativa conocida como “fermentación oscura”, ya que se lleva a cabo en ausencia de luz solar. Los microorganismos empleados proceden de lodos de depuradoras de aguas residuales y utilizan azúcares, principalmente glucosa, como sustrato para producir biohidrógeno.
Las biomasas residuales como los sarmientos de vid contienen azúcares en su composición, pero formando parte de estructuras como la celulosa y la hemicelulosa. Para liberar esos azúcares es necesario romper esas estructuras mediante un pretratamiento y una etapa de hidrólisis con enzimas. De esta forma, obtenemos una disolución rica en azúcares que la bacteria Clostridium butyricum consume y transforma en diferentes ácidos grasos volátiles e hidrógeno.
Para saber más sobre la valorización de la biomasa y como contribuye a la economía circular haz clic en la fuente. Si te ha gustado esta publicación dale a compartir.
Fuente: gestoresderesiduos.org